24/8/09

Sigue doliendo

Os transcribo un correo de Mar, la cooperante que está a cargo del orfanato de Meki, en Etiopía. El lugar del que han venido nuestros niños, Hanna, Dani, etc.

Hace meses que no os escribo una palabra, a pesar del silencio seguimos por aquí, los niños siguen creciendo y seguimos compartiendo todo lo bueno y lo malo que tiene vivir con 33 niños. Pero hoy, aunque os siga debiendo un mail, no quiero hablaros del hogar, hoy quiero contaros algo que me paso hace unos días en Addis.

Estábamos algunos cooperantes y voluntarios y nos fuimos todos a tomar uno de esos maravillosos zumos que puedes encontrar en Etiopía. Justo antes de entrar en el bar, se nos cruzo un niño de esos que se acercan a ti con 4 paquetes de chicles en una cajita para intentar venderte uno. Addis, y el resto del país, esta lleno de estos niños, venden chicles o pañuelos de papel o galletas o mecheros…. Cualquier otro día le hubiéramos dicho que no queríamos nada o en el mejor de los casos le habríamos comprado algún chicle, pero ese día uno de los que íbamos conocía al niño, le había visto cientos de veces en el mismo sito con la misma caja de chicles en la mano. Así que le invitamos a entrar con nosotros en el bar a comer algo. Mientras esperábamos a que viniera el plato de espaguetis con carne que se pidió para comer, estuve mirándole y me pareció que se sentía incomodo, daba la sensación de que le daba vergüenza estar allí. Intente por un momento ponerme en su situación, como me sentiría yo si 4 extranjeros, a los que no entiendo nada de lo que dicen, me meten en un bar y me piden un plato de pasta mientras ellos miran como me lo como? Creo que en una situación así me sentiría muy pequeña, tremendamente insignificante. Y entonces sentí un dolor en el pecho, y tuve que respirar profundamente para no dejar escapar las lagrimas Pensaba que me había acostumbrado a ver niños pidiendo en las calles, niños durmiendo en las alcantarillas o en cualquier rincón bajo unos cartones, pensaba que ya no me dolían esas cosas, que lo había aceptado como parte del paisaje de este país. Pero resulta que sigue doliendo, y duele porque es injusto, porque Asefa (así se llama nuestro niño de los chicles) no debería pasar el día en la calle vendiendo chicles, ni debería depender su comida de que algún guiri le invite. Asefa debería ir al colegio, debería jugar y estudiar y crecer rodeado de gente que le quiera y se preocupe por él. Así tendría que ser la vida de todos los niños, pero desgraciadamente, países como Etiopia te recuerdan que estamos muy lejos de todo eso.

Y diréis que porque narices os cuento todo esto, diréis que es poco lo que vosotros o yo podemos hacer y seguramente tenéis razón. Perdonarme, os lo cuento simplemente porque me alegre de que me siguiera doliendo, porque me recordó que quedan un montón de cosas que hacer y mejorar. Os lo cuento porque me siento en la obligación de gritarlo un poquito, de decirle a todo el quiera escuchar que es injusto, que la vida debería ser mas fácil para esos niños. Y que tenemos que hacer algo, cada uno desde donde esta, desde sus posibilidades. Es nuestra responsabilidad mejorar este mundo, por nosotros, por los que vienen detrás. Aunque solo sea gritar y patalear. Que nos siga doliendo, que no se nos olviden ellos, los niños de la calle, los que están enfermos o solos, los que mueren de hambre. Ojala nunca nos acostumbremos a verlos, ojala nunca aceptemos que son parte del paisaje. Yo estoy segura que algo podremos cambiar.

Asefa no se termino el plato de espaguetis, pidió que se lo pusieran para llevar, para un amigo nos dijo.

3 comentarios:

m. victoria dijo...

Sigue doliendo, sí

María dijo...

Querida Mar,

Gracias por contarnos tan detalladamente lo que estás viviendo día a día y por exteriorizar todos tus sentimientos. ¡Qué duro todo lo que estás contando! Sólo puedo decirte una cosa: GRACIAS por dar lo mejor de tí a tanta gente que lo necesita, GRACIAS por sentir tanto dolor y seguir sonriendo a cada niño que encuentras y GRACIAS por ser como eres.

Un abrazo muy fuerte,
María
Una voluntaria de Infancia Solidaria en Madrid

Anónimo dijo...

Procuro hablar con Mar un par de veces al mes y cada vez que lo hago me queda una extraña mezcla de sentimientos: de admiración sobre todo por su trabajo y por la forma en que lo realiza, de "envidia sana" porque ve a "mi" Hanna todos los dias y de enorme tristeza por la realidad que vive a diario.
Cada vez que Mar escribe un correo, confieso que lo releo mil veces.....nunca he leído en tan pocas líneas algo que me llegue tan dentro y que me conmueva tanto. Afortunadamente, no siempre son malas noticias....algunas, incluso, son auténticas "novelas de aventuras".
Gracias a Dios existe gente como ella!!!!!